La magia de una palabra
—DADA— que ha puesto a los periodistas
ante la puerta de un mundo
imprevisto, no tiene para nosotros
ninguna importancia
—DADA— que ha puesto a los periodistas
ante la puerta de un mundo
imprevisto, no tiene para nosotros
ninguna importancia
Para lanzar un manifiesto es preciso
querer A.B.C., fulminar contra 1, 2, 3, impacientarse y aguzar las alas para
conquistar y esparcir a grandes y pequeños a, b, c, firmar, gritar, jurar,
arreglar la prosa a manera de evidencia absoluta, irrefutable, probar su non
plus ultra y mantener que la novedad se asemeja a la vida así como la última
aparición de una cocotte prueba lo esencial de Dios. Su existencia ya ha
quedado probada por el acordeón, el paisaje y la palabra dulce.
Imponer su A.B.C. es algo natural -y
por consiguiente lamentable. Todo el mundo lo hace a guisa de
cristalbluffmadona, sistema monetario, producto farmacéutico, pierna desnuda
que convida a la primavera ardiente y estéril. El amor por la novedad es la
cruz simpática, es prueba de un mimpotacarajismo ingenuo, signo sin causa,
pasajero, positivo. Pero esta necesidad es tan vieja como otras. Al dar al arte
el impulso de la suprema simplicidad: la novedad, uno es humano y verdadero
respecto de la diversión, impulsivo, vibrante para crucificar al tedio. En la
encrucijada de las luces, alerta, atento, al acecho de los años, en el bosque.
Yo escribo un manifiesto y no quiero nada, digo sin embargo ciertas cosas y
estoy por principio contra los manifiestos, como también estoy contra los
principios (decilitros para el valor moral de toda frase -demasiada comodidad;
la aproximación fue inventada por los impresionistas).
Yo escribo este manifiesto para
mostrar que pueden ejecutarse juntas las acciones opuestas, en una sola y
fresca respiración; yo estoy en contra de la acción; a favor de la continua
contradicción, y también de la afirmación, no estoy ni en favor ni en contra y
no lo explico porque odio el sentido común.
DADA -ésta es una palabra que lleva a
la caza las ideas; cada burgués es un dramaturgo en pequeño, inventa temas
diferentes, en vez de colocar a los personajes convenientes al nivel de su
inteligencia, crisálidas en las sillas, busca las causas o los fines (siguiendo
el método psicoanalítico que él practica) para cementar su intriga, historia
que habla y se define.
Cada espectador es un intrigante si
trata de explicar una palabra (¡conocer!). Desde el refugio enguatado de las
complicaciones serpentinas, hace manipular sus instintos. De ahí los
infortunios de la vida conyugal.
Explicar: Diversión de los
vientres-ojos a los molinos de los cráneos vacíos.
Dada no significa nada
Si a uno le parece fútil y si uno no pierde
el tiempo con una palabra que no significa nada… El primer pensamiento que
revolotea en esas cabezas es de índole bacteriológica:
hallar su origen etimológico,
histórico o psicológico, por lo menos. Por los diarios se entera uno que a la
cola de una vaca santa los negros Krou la llaman: DADA. El cubo y la madre en
cierto lugar de Italia: DADA. Un caballo de madera, la nodriza, doble
afirmación en ruso y en rumano: DADA. Hay sabios periodistas que ven en esto un
arte para los críos, y otros santos jesúsllamandoalosniñitos
del día, el retorno a un primitivismo seco y ruidoso, ruidoso y monótono. La
sensibilidad no se construye sobre una palabra; toda construcción converge en
la perfección que aburre, idea estancada de una dorada ciénaga, relativo producto
humano. La obra de arte no debe de ser la belleza en sí misma, o está muerta;
ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, regocijar o maltratar a las
individualidades sirviéndoles pasteles de las aureolas santas o los sudores de
una carrera arqueada a través de las atmósferas. Una obra de arte jamás es
bella, por decreto, objetivamente, para todos.
La crítica es por lo tanto inútil, no
existe más que subjetivamente, para cada uno, y sin el menor carácter de
generalidad. ¿O acaso se ha hallado la base psíquica común a toda la humanidad?
Quedan, bajo las alas anchas y benévolas del intento apocalíptico: el
excremento, los animales, las jornadas. ¿Cómo es que se quiere ordenar el caos
que constituye esa infinita informe variación: el hombre? El principio “ama a
tu prójimo” es una hipocresía. “Conócete” es una utopía, pero más aceptable
pues hay un contenido de maldad en ella. Ninguna piedad. Luego de la matanza
nos queda la esperanza de una humanidad pacificada. Y hablo todo el tiempo de
mí, puesto que no quiero convencer, no tengo derecho a arrastrar a otros en mi
corriente, no obligo a nadie a seguirme y todo el mundo hace su arte a su
manera, si es que conoce la alegría que sube en flechas hacia las capas
astrales, o aquélla que desciende a las minas de flores de cadáveres y de
espasmos fértiles. Estalactitas:
buscarlas por doquier, en los pesebres
agrandados por el dolor, en los ojos blancos como liebres de los ángeles. Así
nació DADA de una necesidad de independencia, de desconfianza para la
comunidad. Aquellos que nos pertenecen conservan su libertad. No reconocemos
ninguna teoría. Estamos hartos de las academias cubistas y futuristas:
laboratorios de ideas formales.
¿Es que se hace arte para ganar dinero
y acariciar a los gentiles burgueses? Las rimas suenan a la asonancia de las
monedas y la inflexión resbala a lo largo de la línea del vientre de perfil.
Todas las agrupaciones de artistas han desembocado en este banco cabalgando
sobre diversos cometas. La puerta abierta a las posibilidades de arrellanarse en
los cojines y en la comida. Aquí echamos el anda en la tierra feraz.
Aquí tenemos derecho a proclamar, pues
hemos conocido los escalofríos y el despertar. Resucitados ebrios de energía,
clavamos el tridente en la carne despreocupada. Nosotros somos arroyadas de
maldiciones en abundancia trópica de vegetaciones vertiginosas, goma y lluvia
son nuestro sudor, nosotros sangramos y consumimos la sed; nuestra sangre es
vigor.
El cubismo nació de la simple manera
de mirar el objeto: Cézanne pintaba una taza 20 centímetros más bajo que sus
ojos, los cubistas la miran desde arriba, otros complican la apariencia al
hacer una sección perpendicular y colocándola sensatamente de lado. (No olvido
a los creadores, ni las grandes razones de la materia que ellos volvieron definitivas.)
El futurista ve la misma taza en movimiento, una sucesión de objetos uno al lado
del otro que maliciosamente hace atractiva con algunas líneas de fuerza. Ello sin perjuicio de que el lienzo sea una buena o mala pintura destinada a la inversión de capitales intelectuales. El pintor nuevo crea un mundo, cuyos elementos son también los medios, una obra sobria y definida, sin argumento. El artista nuevo protesta: ya no pinta (reproducción simbólica e ilusionista) sino que crea directamente en piedra, madera, fierro, estaño, organismos loco-motores a los que pueda voltear a cualquier lado el viento límpido de la sensación momentánea.
del otro que maliciosamente hace atractiva con algunas líneas de fuerza. Ello sin perjuicio de que el lienzo sea una buena o mala pintura destinada a la inversión de capitales intelectuales. El pintor nuevo crea un mundo, cuyos elementos son también los medios, una obra sobria y definida, sin argumento. El artista nuevo protesta: ya no pinta (reproducción simbólica e ilusionista) sino que crea directamente en piedra, madera, fierro, estaño, organismos loco-motores a los que pueda voltear a cualquier lado el viento límpido de la sensación momentánea.
Toda obra pictórica o plástica es
inútil; que sea un monstruo que asuste a los espíritus serviles, y no dulzona
para exornar los refectorios de animales con hábitos humanos, ilustraciones de
esta triste fábula de la humanidad. – Un cuadro es el arte de hacer que se
encuentren dos líneas geométricamente comprobadas paralelas, en un lienzo, ante
nuestros ojos, en la realidad de un mundo transpuesto según nuevas condiciones
y posibilidades. Este mundo no está especificado ni definido en la obra, sino
que pertenece en sus innumerables variaciones al espectador. Para el autor, ese
mundo carece de causa y teoría.
Orden = desorden; yo = no-yo;
afirmación = negación:
resplandores supremos de un arte
absoluto. Absoluto en pureza de caos cósmico y ordenado, eterno en el glóbulo
segundo sin duración, sin respiración, sin luz, sin control. Me gusta la obra
antigua por su novedad. Tan sólo el contraste nos enlaza con el pasado.
Aquellos escritores que enseñan moral y discuten o mejoran la base psicológica
tienen, además de un deseo oculto de ganar, un conocimiento ridículo de la
vida, a la que han clasificado, dividido, canalizado; se empeñan en hacer
bailar a las categorías al ritmo que ellos tocan. Sus lectores se ríen y
prosiguen: ¿y de qué sirve?
Hay una literatura que no le llega a
la masa voraz. Obra de creadores, procedente de una verdadera necesidad del
autor, y para él. Conocimiento de un supremo egoísmo, donde se ajan las leyes.
Cada página debe reventar, ya sea
merced a la seriedad profunda y grave, el torbellino, el vértigo, lo nuevo, lo
eterno, merced a la burla aplastante, merced al entusiasmo de los principios o
la manera en que queda impresa. Y queda un mundo bamboleante y los medicastros
literarios con ganas de mejoramiento.
Yo se lo digo: no hay comienzo y
nosotros no temblamos, no somos sentimentales. Nosotros desgarramos, viento
furioso, la ropa de las nubes y de las plegarias, y preparamos el gran
espectáculo del desastre, el incendio, la descomposición. Preparemos la
supresión del duelo y reemplacemos las lágrimas con sirenas tendidas de un
continente a otro. Pabellones de júbilo intenso y viudos de la tristeza de la
ponzoña.
DADA es la insignia de la abstracción;
la publicidad y los negocios también son elementos poéticos.
Destruyo las gavetas del cerebro y las
de la organización social: desmoralizar por todas partes y echar la mano del
cielo al infierno, los ojos del infierno al cielo, restablecer la rueda fecunda
de un circo universal en las potencias reales y en la fantasía de cada
individuo.
La filosofía es la cuestión: de qué
lado empezar a mirar la vida, dios, la idea, o cualquier otra cosa. Todo lo que
uno mira es falso. El resultado relativo no me parece más importante que
escoger entre pastel y cerezas para el postre. La manera de mirar rápidamente
el otro lado de una cosa, a fin de imponer su opinión indirectamente, se llama
dialéctica, es decir, regatear el espíritu de las patatas fritas bailando la
danza método en derredor.
Si yo grito:
Ideal, ideal, ideal
Conocimiento, conocimiento, conocimiento
Bumbum, bumbum, bumbum
Ideal, ideal, ideal
Conocimiento, conocimiento, conocimiento
Bumbum, bumbum, bumbum
he registrado con bastante exactitud
el progreso, la ley, la moral y todas las otras bellas calidades que diferentes
personas muy inteligentes han discutido en tantos libros, para llegar, a final
de cuentas, a decir que a pesar de todo cada quien ha bailado según su bumbum
personal, y que tiene razón en lo que toca a su bumbum, satisfacción de la
curiosidad enfermiza; timbre privado para necesidades inexplicables; baño;
dificultades pecuniarias; estómago con repercusión en la vida; autoridad de la
vara mística formulada en ramillete de orquesta-fantasma con arcos mudos,
engrasados con filtros a base de amoníaco animal. Con los quevedos azules de un
ángel han excavado el interior por veinte centavos de unánime reconocimiento.
Si todos tienen razón y todas las
píldoras no son sino Pink, por una vez intentemos no tener razón. Uno cree poder
explicar racionalmente, mediante el pensamiento, lo que uno escribe. Pero es
muy relativo. El pensamiento es algo muy bonito para la filosofía, pero es
relativo. El psicoanálisis es una enfermedad peligrosa, adormece las
propensiones anti-reales del hombre y sistematiza la burguesía. No hay una
Verdad última. La dialéctica es una
máquina divertida que nos conduce / de una manera banal / a las opiniones que hubiéramos tenido de todas maneras. ¿O es que se cree que, mediante el refinamiento minucioso de la lógica, se ha demostrado la verdad y establecido la exactitud de nuestras opiniones? Lógica ceñida por los sentidos es una enfermedad orgánica. A los filósofos les gusta agregar el siguiente elemento:
máquina divertida que nos conduce / de una manera banal / a las opiniones que hubiéramos tenido de todas maneras. ¿O es que se cree que, mediante el refinamiento minucioso de la lógica, se ha demostrado la verdad y establecido la exactitud de nuestras opiniones? Lógica ceñida por los sentidos es una enfermedad orgánica. A los filósofos les gusta agregar el siguiente elemento:
El poder de observación. Pero
precisamente esta magnífica cualidad de la mente es la prueba de su impotencia.
Uno observa, uno mira de uno o de muchos puntos de vista, uno los escoge entre
los millones que existen. También la experiencia es un resultado del azar y de
las facultades individuales. La ciencia me repugna en cuanto se vuelve
especulativa-sistema, pierde su carácter utilitario -tan inútil- pero por lo
menos individual. Odio la objetividad grasa y la armonía, esa ciencia que
encuentra que todo está en orden. Sigan, hijos míos, humanidad… Dice la ciencia
que somos los servidores de la naturaleza:
todo está en orden, hagan el amor y
rómpanse la cabeza. Sigan, hijos míos, humanidad, gentiles burgueses y
periodistas vírgenes…
Estoy contra los sistemas, el más
aceptable de los sistemas es no tener, por principio, ninguno. Completarse,
perfeccionarse en su propia pequeñez hasta llenar el vaso de su yo, coraje para
combatir por y contra el pensamiento, misterio del pan desencadenamiento súbito
de una hélice infernal en lirios económicos.
La espontaneidad dadaísta
Llamo mimportacarajismo al estado de
una vida en que cada uno conserva sus propias condiciones, sabiendo sin embargo
respetar las otras individualidades, o si no defenderse, el paso doble
volviéndose himno nacional, tienda de baratillo, T.S.H. teléfono sin hilo
transmitiendo fugas de Bach, anuncios luminosos y afiches de burdeles, el
órgano difundiendo claveles para Dios, todo eso junto, y realmente,
reemplazando a la fotografía y al catecismo unilateral.
La simplicidad activa.
La impotencia para discernir entre los
grados de claridad: lamer las penumbras y flotar en la gran boca llena de miel
y de excremento. Medida en la escala Eternidad, toda acción es vana –(sí
dejamos que el pensamiento tenga una aventura cuyo resultado fuese
infinitamente grotesco- dato importante para el conocimiento de la impotencia
humana). Pero si la vida es una farsa barata, sin objetivo ni parto inicial, y
porque nosotros creemos deber salir adelante limpiamente, como crisantemos
lavados, del asunto, hemos proclamado única base de entendimiento: al arte. El
arte no tiene la importancia que nosotros, centuriones de la mente, le
prodigamos desde hace siglos. El arte no aflige a nadie y aquellos que sepan
interesarse por él recibirán caricias y buena ocasión para poblar el país de su
conversación. El arte es algo privado, el artista lo hace para sí mismo; la
obra comprensible es producto de periodista, y pues que se me antoja en este
momento mezclar a ese monstruo con colores de aceite: tubo de papel que imita
metal que uno aprieta y automáticamente vierte odio, cobardía, villanía. El
artista, el poeta se regocija del veneno de la masa condensada en un jefe de
sección de esta industria, es feliz cuando se le injuria: prueba de su
inmutabilidad. El autor, el artista alabado por los periódicos, comprueba la
comprensión de su obra: miserable forro de un abrigo con utilidad pública;
andrajos que cubren la brutalidad, meados colaborando al calor de un animal que
cobija bajos instintos. Fofa e insípida carne que se multiplica con la ayuda de
los microbios tipográficos.
Hemos arrollado la tendencia llorona
en nosotros. Toda filtración de esa naturaleza es diarrea confitada. Alentar
este arte significa digerirla. Nos hacen falta obras fuertes, rectas, precisas
e incomprendidas para siempre. La lógica es una complicación. La lógica siempre
es falsa. Ella tira de los hilos de las nociones, palabras, en su exterior
formal, hacia objetivos y centros ilusorios. Sus cadenas matan, miriápodo
enorme que asfixia a la independencia. Casado con la lógica, el arte viviría en
el incesto, engullendo, tragándose su propia cola siempre su cuerpo,
fornicándose en sí mismo, y el genio se volvería una pesadilla asfaltada de
protestantismo, un monumento, una pila de intestinos grisáceos y pesados.
Pero la soltura, el entusiasmo e
inclusive el júbilo de la injusticia, esa pequeña verdad que nosotros
practicamos con inocencia y que nos hace bellos: somos finos y nuestros dedos
son maleables y resbalan como las ramas de esa planta insinuante y casi
líquida; ella precisa nuestra alma, dicen los cínicos. También ése es un punto
de vista; pero no todas las flores son santas, por fortuna, y lo que de divino
hay en nosotros es el despertar de la acción antihumana. Se trata de una flor
de papel para el hojal de los señores que frecuentan el baile de la vida
enmascarada, cocina de la gracia, blancas primas ágiles o gordas. Ellos
trafican con lo que nosotros hemos seleccionado. Contradicción y unidad de los
polares en un solo chorro puede ser verdad. Eso si uno insiste en pronunciar
esa banalidad, apéndice de una moralidad libidinosa, maloliente. La moral
atrofia como todo azote producto de la inteligencia. El control de la moral y
de la lógica nos han inflicto la impasibilidad ante los agentes de la violencia
-causa de la esclavitud-, ratas pútridas de las que está repleto el vientre del
burgués, y que han infectado los únicos corredores de vidrio claros y limpios
que quedaban abiertos a los artistas.
Que grite cada hombre: hay un gran
trabajo destructivo, negativo, por cumplir. Barrer, asear. La limpieza del
individuo se afirma después del estado de locura, de locura agresiva, completa,
de un mundo dejado en manos de bandidos que desgarran y destruyen los siglos.
Sin fin ni designio, sin organización: la locura indomable, la descomposición.
Los fuertes por la palabra o por la fuerza sobrevivirán, pues son vivos en la
defensa, la agilidad de los miembros y de los sentimientos chamusca sus flancos
labrados.
La moral ha determinado la caridad y
la piedad, dos bolas de sebo que han crecido como elefantes y a las que
llamamos buenas. La moralidad es la infusión de chocolate en las venas de todos
los hombres. Esta tarea no fue ordenada por una fuerza sobrenatural, sino por
el cartel de los mercaderes de ideas y los acaparadores universitarios.
Sentimentalidad: viendo a un grupo de hombres que se pelean y se aburren,
inventaron el calendario
y el medicamento sabiduría. Pegando etiquetas, se desencadenó la batalla de los filósofos (mercantilismo, balanza, medidas meticulosas y mezquinas) y se entendió una vez más que la piedad es un sentimiento, como la diarrea, en relación con el asco que arruina la salud, la inmunda tarea de las carroñas de comprometer al sol.
y el medicamento sabiduría. Pegando etiquetas, se desencadenó la batalla de los filósofos (mercantilismo, balanza, medidas meticulosas y mezquinas) y se entendió una vez más que la piedad es un sentimiento, como la diarrea, en relación con el asco que arruina la salud, la inmunda tarea de las carroñas de comprometer al sol.
Yo proclamo la oposición de todas las
facultades cósmicas a esta blenorragia de un sol pútrido salido de las fábricas
del pensamiento filosófico, la lucha encarnizada, con todos los medios del
Asco dadaísta
Todo producto del asco susceptible de
convertirse en una negación de la familia, es dada; protesta con todas las
fuerzas del ser en acción destructiva: DADA;
conocimiento de todos los medios hasta ahora rechazados por el sexo púdico del
compromiso cómodo y la cortesía: DADA; abolición de la lógica, danza de los
impotentes de la creación:
DADA; de toda jerarquía y ecuación social
instalada para los valores por nuestros lacayos: DADA; cada objeto, todos los
objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque
preciso de las líneas paralelas, son medios para el combate DADA; abolición de la memoria: DADA; abolición de la arqueología: DADA; abolición de los profetas: DADA; abolición del futuro: DADA; creencia absoluta indiscutible en
cada dios producto inmediato de la espontaneidad: DADA; salto elegante y sin
perjuicio de una armonía a la otra esfera; trayectoria de una palabra lanzada
como un disco sonoro grito; respetar todas las individualidades en su locura
del momento: seria, temerosa, tímida, ardiente, vigorosa, decidida, entusiasta;
pelar su iglesia de todo accesorio inútil y pesado; escupir como una cascada
luminosa el pensamiento chocante o amoroso, o mimarlo -con la viva satisfacción
de que da igual- con la misma intensidad en el zarzal, puro de insectos para la
sangre bien nacida, y dorada de cuerpos de arcángeles, de su alma. Libertad: DADA DADA DADA, aullido de los dolores
crispados, entrelazamiento de los contrarios y de todas las contradicciones, de
los grotescos, de las inconsecuencias:
LA
VIDA.